Indulto sí, indulto no, y a ver quién da más.
Todos los Gobiernos, sean del color y tendencia que sean, conceden indultos, un proceso, donde la Sala, y con el visto bueno de la Fiscalía, da por aprobado el indulto a expensas de pasar el trámite protocolario del Consejo de Ministros, aunque en contadas ocasiones.
Pero como toda Ley contiene su trampilla, y para eso los personajes juzgados que poseen poder, relaciones y/o dinero, cuentan con los primeros espadas de la abogacía.
Una vez juzgado el inculpado, y sabedores los abogados que ni la Sala ni la Fiscalía van a dar el visto bueno al indulto, recurren en casación al Tribunal Supremo, y es aquí, en este punto y estando el reo aún sin condenar en firme, donde solicitan a la Sala de dicho Tribunal Supremo el indulto. Amiguitos aquí, dadivas allá, y voilá, el indulto es aprobado por esta Sala del Supremo, que no por la juzgadora. Y después el Consejo de Ministros, un puro coser y cantar.
De los miles de indultos que se solicitan anualmente, solo se otorgan doscientos y pico, y la mayoría, para los amiguetes de tal político, juez o personalidad de alto rango; siempre los mismos y de la cuerda del partido en el poder. Y aquí paz y después gloria.