El 23 de diciembre de 1975, un grupo terrorista griego de ideología marxista –autodenominado Organización Revolucionaria 17 de Noviembre– que ya había llevado a cabo diversos ataques contra intereses norteamericanos, siguió al coche de aquel agente al salir de una fiesta navideña y lo mató de un disparo en la puerta de su casa, delante de su mujer. El asesinato de Welch se unió a la publicación del libro CIA Diary, escrito por un antiguo oficial llamado Philip Agee, donde se desvelaba la identidad de numerosos agentes encubiertos. Como consecuencia, en 1982, el Congreso estadounidense aprobó la Intelligence Identities Protection Act que forma parte del Código de los Estados Unidos (USC) en la sección § 421; esta ley tipificó, por primera vez como delito federal, la revelación intencional de la identidad de los agentes encubiertos con penas que oscilan, según las circunstancias de cada caso, entre no menos de tres a quince años de prisión (en 2010, una enmienda rebajó la pena máxima a diez años).
Desde entonces, solo dos personas han sido condenadas hasta el momento aplicándoles este nuevo delito: en 1985, la agente de la CIA Sharon Scranage fue seducida por un espía de Ghana (M. Soussoudis) para que le diera los nombres de los informantes ghaneses que trabajaban para el Gobierno de Wáshington (fue condenada, finalmente, a dos años de prisión); y en 2013, John Kiriakou fue sentenciado a dos años y medio de cárcel –gracias al acuerdo que negociaron su defensa y la fiscalía (lo que en el argot judicial norteamericano se denomina: plea bargain)– por desvelar el nombre de otro agente al tiempo que confirmaba algo que es un secreto a voces: que Estados Unidos tortura a los presos recluidos en ese limbo legal que es Guantánamo.